La hora del funeral había llegado. 8:00a.m., la hora de desayunar. Había cierta neblina en el ambiente, que recubría el cuerpo de la difunta, una niebla blanquecina, de color lechoso. La fosa ya estaba abierta, recordando a las fauces de una bestia expectante. El enterrador estaba preparado. Colocó el ataúd color negro intenso, chocolate, dentro de la oscura cavidad,y así concluyó el entierro de la galleta.
Curioso micro-relato, al leerlo pensaba que sería una persona o ¡quizás un monstruo! pero nunca imaginé que fuera ¡una galleta!
ResponderEliminarDefinitivamente me ha gustado :)